Conexión intestino cerebro

Seguramente has sentido un “nudo” en el estómago frente a alguna emoción fuerte, indigestión ante un enojo o el famoso revolotear de mariposas cuando se está enamorado. Todo esto tiene una explicación. Los microbios que viven en nuestro intestino interactúan directamente con el sistema nervioso central. 

La Federación Mundial de Neurología (WFN por sus siglas en inglés) proclama desde 2014 cada 22 de julio, el Día Mundial del Cerebro con el fin de crear conciencia sobre su potencial, riesgos y enfermedades.

Tanto el cerebro como el intestino, son los dos órganos más complejos de nuestro cuerpo y entre ellos existe una conexión bidireccional, según explica el destacado gastroenterólogo e investigador Emeran Mayer durante su ponencia en el Nutrition Forum 2022.

EL SEGUNDO CEREBRO

Hasta hace no mucho tiempo se creía que el intestino solo era un órgano con funciones digestivas sin embargo, hoy es considerado como el segundo cerebro ya que en él se alojan:

  • más de 500 millones de neuronas, esto es más de las que hay en la médula ósea o todo el sistema nervioso periférico.

  • el 70 % de las células inmunitarias del cuerpo, es decir, aquellas encargadas  de protegernos frente a agentes patógenos.

  • la mayoría de las células productoras de hormonas. 

  • más del 80 % de la serotonina, importante neurotransmisor conocido como “la hormona de la felicidad”.

El eje intestino cerebro intercomunica mecanismos neuronales, hormonales e inmunológicos. 

Un dato: Tenemos más serotonina en el aparato gastrointestinal que en el cerebro. Este neurotransmisor regula el movimiento intestinal, ayuda a contrarrestar el estrés y a controlar el reloj biológico.

HAZ DE TRIPAS CORAZÓN

Las emociones pueden provocar malestar gastrointestinal y por el contrario, problemas intestinales pueden afectar el estado de ánimo, por lo tanto, una mala salud digestiva puede ser causa de ansiedad, estrés, memoria, e incluso depresión.

Existe evidencia que muestra que la microbiota puede activar las vías neuronales y el sistema nervioso central, esto proporciona nuevas herramientas para la prevención y el tratamiento de enfermedades mentales como Alzheimer o incluso autismo.

10 PARA UNA SALUD DIGESTIVA DE 10 

  1. Incluir más vegetales y menos animales en la dieta. 

  2. Procurar -al menos- 30 distintos alimentos de origen vegetal por semana. Estos incluyen cereales de grano entero, tubérculos, leguminosas, verduras, frutas y semillas. 

  3. Incorporar fermentados -preferentemente- con microorganismos vivos (probióticos) como: kéfir o leche de búlgaros, yogurt, kimchi tradicional y chucrut crudo. 

  4. Optar por lácteos fermentados que incluyan distintas cepas de probióticos. 

  5. Evitar alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas. 

  6. Preferir agua simple en lugar de refrescos, bebidas azucaradas o jugos. 

  7. Realizar actividad física diaria. 

  8. Dormir de 7 a 8 horas diarias. 

  9. Involucrar prácticas de relajación como la meditación, el yoga o el taichí. 

  10. La terapia cognitivo conductual ha mostrado ser efectiva tanto en trastornos mentales como digestivos.

Un dato: Estudios muestran que alimentos como el nopal, la cúrcuma, la soya y la chía, además de alimentar a los microbios “buenos” de nuestro organismo, han mostrado mejoras en la memoria y el deterioro cognitivo en ratones.

Referencias: 

  1. The World Federation of Neurology (2022 Jul 12). World Brain Day: Summary of Activities and Report. https://worldneurologyonline.com/?s=brain+day

  2. Mayer E. A. (2011). Gut feelings: the emerging biology of gut-brain communication. Nature reviews. Neuroscience, 12(8), 453–466. https://doi.org/10.1038/nrn3071 

  3. Yano, J. M., Yu, K., Donaldson, G. P., Shastri, G. G., Ann, P., Ma, L., Nagler, C. R., Ismagilov, R. F., Mazmanian, S. K., & Hsiao, E. Y. (2015). Indigenous bacteria from the gut microbiota regulate host serotonin biosynthesis. Cell, 161(2), 264–276. https://doi.org/10.1016/j.cell.2015.02.047

  4. Anguelova, M., Benkelfat, C., & Turecki, G. (2003). A systematic review of association studies investigating genes coding for serotonin receptors and the serotonin transporter: I. Affective disorders. Molecular psychiatry, 8(6), 574–591. https://doi.org/10.1038/sj.mp.4001328

  5. Foster, J. A., & McVey Neufeld, K. A. (2013). Gut-brain axis: how the microbiome influences anxiety and depression. Trends in neurosciences, 36(5), 305–312. https://doi.org/10.1016/j.tins.2013.01.005

  6. Lucas, S. M., Rothwell, N. J., & Gibson, R. M. (2006). The role of inflammation in CNS injury and disease. British journal of pharmacology, 147 Suppl 1(Suppl 1), S232–S240. https://doi.org/10.1038/sj.bjp.0706400 

  7. Eisenstein, M. Microbiome: Bacterial broadband. Nature 533, S104–S106 (2016). https://doi.org/10.1038/533S104a 

  8. Syeda, T., Sánchez-Tapia, M., Orta, I., Granados-Portillo, O., Pérez-Jimenez, L., Rodríguez-Callejas, J. D., Toribio, S., Silva-Lucero, M. D., Rivera, A. L., Tovar, A. R., Torres, N., & Perez-Cruz, C. (2021). Bioactive Foods Decrease Liver and Brain Alterations Induced by a High-Fat-Sucrose Diet through Restoration of Gut Microbiota and Antioxidant Enzymes. Nutrients, 14(1), 22. https://doi.org/10.3390/nu14010022 

ESTE TEXTO LO ESCRIBÍ PARA EL SUPLEMENTO MENÚ DE EL PERIÓDICO EL UNIVERSAL.